lunes, 1 de marzo de 2010

El problema de la prominencia.

Cualquier lista que se pretenda realizar de no importa que sistema montañoso tropieza con un grave problema : toda manifestación de la naturaleza es un sistema caótico. La premisa de una lista consiste en ordenar el universo estudiado y, por su misma naturaleza, el caos no se pliega con facilidad a ser ordenado.

Estos sistemas tienen una caracteristica común : estudiados de lejos parecen ofrecer un orden en el que parecen facilmente identificables los puntos que destacan. A medida que nos aproximamos, es decir, ampliamos la escala de medición observando más en detalle, nos encontramos con que aquel orden que veiamos desde la lejanía se reproduce con elementos similares. Cierto que de menor importancia, pero no menos reales. Así podriamos proceder en teoría ad infinitum. En los estudios modernos sobre sistemas caóticos, estos se representan gráficamente con lo que se llama un fractal. Un sistema montañoso es un ejemplo claro de fractal. Sólo poniendo un límite a la escala de medición podremos enumerar los elementos que nos interesan. Cualquier variación en la escala cambia el número de elementos a considerar.

Teniendo esto presente es fácil percibir donde está el problema de realizar un listado de montañas : La misma definición de montaña varía según la escala que empleemos. Así en una lista mundial de cumbres, en los Pirineos no figurarían más allá de un par de decenas de nombres; en una lista reducida a la cordillera el número de cumbres a enumerar alcanzaría varios centenares. A medida que detallamos, las cimas secundarias que pasaban inadvertidas en una visión general, toman más protagonismo. El pirineísmo, desde sus albores, trata de alcanzar el punto más alto de las montañas. Así, los puntos altos son nuestro objeto de estudio. Durante el largo periodo pre-pirineista, el Midi d'Ossau se conocia por un nombre que distinguía sus dos puntas principales visibles de lejos : Jean y Pierre. A nadie le interesaba nada más de esa montaña. Con el advenimiento del pirineísmo la montaña es explorada y se descubren en ella nuevos puntos altos fuera de los dos principales, puntos que reciben un nombre : Pointe d'Aragon, Pointe de France, Aiguille Jean-Santé, Doigt de Pombie. Main de Pombie, Piton Sud-Est... Ha cambiado la escala a la que la montaña es observada.

Hay que hacer notar que nuestro límite de altura, los tresmil metros, es del todo irrelevante a este propósito. Ocurrirá el mismo problema pretendiendo enumerar los dosmiles o la totalidad de cimas que presentan los Pirineos.

Históricamente los tresmiles pirenaicos han tomado relevancia a partir de su cita por alguno de los primeros pireneistas que exploraron la cordillera. Desde el momento en que algo tiene un nombre comienza a existir. Muchas veces el recibir un nombre no tuvo nada que ver con la preponderancia orográfica, y sí con el estado de ánimo o la inspiración de quien bautizó. En la primera lista de tresmiles de Lorenzo Almarza notamos que a pesar de faltar cimas importantes como el Culfreda o Batua, se citan las tres puntas que presenta el Pico de Infierno. ¿La razón? La descripción que realizó Russell de esta montaña.

Con estos mimbres, no son de extrañar las discusiones y faltas de encuentro entre los elaboradores de listas de tresmiles. La propia orografía no ayuda y las diferentes consideraciones humanas no son el mejor referente para alcanzar un acuerdo.

Parece razonable entonces, establecer un parámetro mensurable que sirva como límite inferior de observación. Diferentes listados han propuesto incluso una batería de ellos, tales como : altitud, dominancia, aislamiento... Hay un parámetro que se repite en todos : la prominencia. Se conoce como prominencia la diferencia de alturas entre la cima considerada y el punto bajo, brecha o collado, de más altura que lo une a una cima más alta.

Hubo que esperar a la segunda lista de Buyse para corregir el listado con el matiz de la prominencia, establecida en 10 metros. ¿Por qué dicha cifra y no otra? A la hora de elaborar el catálogo de cuatromiles de los Alpes se eligieron 30 metros, la longitud de un largo de cuerda en la época clásica. Puede intuirse alguna respuesta: Una prominencia mayor habría reducido significativamente el número de cumbres en la lista, haciendo desaparecer cimas con un nombre ya establecido. Varias cumplen por poco con tener 10 metros de bajada en todo su contorno, pej. Maubic respecto al Pic Long, Pico Maldito respecto a la Punta D’Astorg. Incluso en la rigurosa lista alpina se hallan excepciones, caso del Mont Blanc de Courmayeur, incluido en la lista de 82 cuatromiles cuando su desnivelación del lado del Mont Blanc es de menos de diez metros. La historia y el nombre también cuentan.

Se puede pensar que 10 metros es muy poco. Depende de lo que veamos, una elevación con dicha prominencia en forma de loma, pej. La Tuca del Collado de Coronas, puede parecer hasta ridícula, si en cambio tiene forma de aguja, pej. El Gendarme de Alba, ya empieza a imponer un cierto respeto.

¿Qué tenemos entonces? Una historia del pirineísmo que data ya más de doscientos años, una lista de cumbres nombradas en ese periodo y un factor medible que viene a corregir alguno de los excesos de la historia. Ahora bien, ese factor una vez establecido, igual que quita, da.

Paisaje fractal generado con el programa Terragen.

FTer

5 comentarios:

Carles dijo...

Este articulo es buenísimo, no sólo por mostrar un redactado admirable, sino también por poner de manifiesto la importancia de la mirada sobre un conjunto objetivamente (pero también relativamente) estático. En otras palabras, por mucho que nos empeñemos en cartografiar y racionalizar nuestro entorno (en este caso los Pirineos) nunca evitaremos la influencia del aspecto emocional. Es un elemento sine qua non de la condición humana.
Ya era hora que alguien se dedicase a hablar de los Pirineos con una capacidad de análisis que va mucho más allá del "yo soy el que más...etc..etc...". Enhorabuena por tu trabajo, FTer.

FTer dijo...

Las montañas están ahí, nuestra mirada es la que les da un sentido, que puede pasar del horror al amor. Tan real es uno como el otro. Tampoco es de extrañar que quienes las amamos nos dediquemos a estudiarlas, además de andar por ellas. Temía al escribir esta entrada haber empleado demasiado el microscopio para describir uno de sus aspectos casi matemáticamente.

Gracias por tus frases, Carles.

Kepa dijo...

Que manía tenemos los humanos de coleccionar. Hay montes que por mucha prominencia que tengan no merecen ni una foto, y aquí estamos que si 10 metros... ¿Por que 10 metros?.

Al final todos caemos, yo el primero con los 54 mallorquines jejejeje

pmmp dijo...

Un magnífico artículo Fter, sin duda representa perfectamente la "problemática" a la hora de elaborar un listado de montañas.

A todo esto le hemos de añadir el afan de coleccismo de cimas que superan determinada altura y como decía acertadamente Iñaki Ochoa si la medida de un metro no fuera la que se decidió allà por 1791 los listados habrían cambiado enormente.

Todos sabemos que lo que define la belleza de una montaña no es precisamente su altura pero a todos nos gusta coleccionarlas, sobretodo si estan en determinada "lista" (tresmiles en Pirineos, cuatromiles en Alpes, o miles en mi querida Serra de Tramuntana).

Saludos.

pmmp dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.